Saga Rubí - Kerstin Gier

junio 08, 2023


 Gwen, una chica londinense de 16 años, acaba de descubrir que es portadora de un misterioso gen que le permite viajar en el tiempo... portadora de un misterioso gen que le permite viajar en el tiempo... 
Como cualquier otro día, regresé pronto a casa al salir del instituto. Mi tía se había quedado sin sus dulces favoritos y me ofrecí para ir a la tienda a comprar más. Pero en el camino empecé a sentir algo muy extraño: las piernas me temblaban y tuve una sensación rara en el estómago.De repente, la calle desapareció ante mis ojos. Poco después reapareció, pero muchas cosas eran diferentes. Había vuelto al pasado.Me llamo Gwen y soy la última viajera en el tiempo. Así empieza la aventura de mi vida.



Gwen, una chica londinense de 16 años, acaba de descubrir que es portadora de un misterioso gen que le permite viajar en el tiempo... Así conocerá a Gideon. En este segundo libro, Gwen y Gideon tienen dos retos a los que enfrentarse: aprender a amarse en distintas épocas... y ¡salvar el mundo!
 
Todo había empezado con aquel beso. Gideon de Villiers me había besado a mí: Gwendolyn Sheperd.

Naturalmente, debería haberme preguntado por qué se le habría ocurrido aquella idea de una forma tan repentina y en unas circunstancias tan extrañas, escondidos en un confesionario y todavía sin aliento tras una persecución de película por medio Londres. Pero el hecho era que en aquel momento yo no pensaba absolutamente en nada, aparte quizá de que no quería que el beso acabara nunca. Por eso tampoco fui del todo consciente del tirón que sentí en el vientre ni me di cuenta de que entre tanto habíamos vuelto a saltar en el tiempo.

 

Gideon está en grave peligro y su única esperanza es Gwen... aunque ella ya no confía en él.
 
«¿No podríamos seguir siendo amigos?» Seguro que muere un hada cada vez que en algún lugar del mundo se pronuncia esta pregunta.

Pero el perfectísimo Gideon de Villiers (a quien Xemerius prefiere llamar «el innombrable») no tiene suficiente sensibilidad ni para pensar en las hadas ni para dejar de pisotear mi corazoncito. Si no fuera porque cuando lo miro se me corta la respiración y me tiemblan las piernas, le hubiese dado un bofetón que lo habría mandado directo al siglo XIX sin necesidad de cronógrafo. En lugar de hacer eso, solo lo fulminé con la mirada y me alejé. Al fin y al cabo, éramos los dos últimos viajeros en el tiempo y en pocas horas saltaríamos juntos a 1782 con una misión de vida o muerte.

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